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sábado, 19 de mayo de 2012

¿Qué es Vientos de Cambio?


Vientos de cambio pretende ser un blog de historias, informaciones, opiniones, y diferentes formas narrativas sobre lo que ocurre en España y en algunos sitios del resto del mundo y sobre las cosas que me gustan (cultura, viajes, medio ambiente, etc.). Lo considero como un espacio crítico y de reflexión, que conjuga de forma responsable los géneros periodístico y literario y cuya vocación es la de comunicar y generar comunicación desde un punto de vista ajeno y externo al de los medios de comunicación convencionales.

La autoría del blog recae en mí, Marta Álvarez Martín, Periodista por la Universidad de Sevilla e investigadora de temas socio-ambientales en la Universidad Pablo de Olavide. Actualmente no trabajo para ningún medio y me dedico a terminar mi máster de investigadora. La investigación que estoy realizando versa sobre la desinformación mediática con respecto a la problemática de la contaminación generada por la industria petroquímica en el Campo de Gibraltar. Aunque mi especialización académica sea el tema socio-ambiental, me gusta leer y debatir sobre otros temas como la literatura, la historia, el arte o la política.

Todo aquel que quiera está invitado a participar de forma activa en este sitio, mediante la publicación de comentarios o mediante el envío directo de aportaciones que podrán ser publicadas bajo previo acuerdo. Para ello sólo se pide respeto, coherencia, y sentido ético y de responsabilidad.

Yo soy la responsable de todo el contenido que se publique en este blog que esté escrito por mi y protegido bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported. Los contenidos de segundos o terceros, cedidos o tomados libremente y publicados en el blog, serán de responsabilidad de sus autores y quedarán sujetos y protegidos bajo sus respectivas licencias.  

¿Quién escribe? Algunos apuntes biográficos


Soy periodista, y en mi país, España, los medios de comunicación no me quieren. Quizás me quieran como becaria, recadera, escribana, copista, vocera, pero NO como periodista. Y es que vivo en un país en el que el periodismo está en peligro de extinción. En los últimos años han cerrado muchos medios, han echado a muchos periodistas a la calle y han contratado a muy pocos y a la mayoría bajo condiciones muy precarias. ¿Una caída merecida? Hacía tiempo que los medios habían dejado de servir a la ciudadanía para servir al capital (o a quien lo maneja), pasando de ser un servicio a la sociedad a ser un servicio a ellos mismos y a sus “amos”. Y así, el periodismo, y sobre todo la televisión y la prensa, viven en un desprestigio decadente y apremiante, y la sociedad ya no cree en ni en los medios ni en los mediadores.

Pero, a pesar de todo, soy periodista, defiendo mi profesión y creo profundamente que el periodismo es necesario. Por muchas razones. Las repito, hoy y las veces que haga falta. En primer lugar, porque creo en el derecho a la información de los ciudadanos y creo que este derecho va estrechamente unido al de la libertad. Es la información la que nos hace libres, porque sólo es libre quien tiene la posibilidad de elegir (porque conoce). En segundo lugar, porque creo que, dada la complejidad del mundo y la sociedad actual a todos los niveles, es necesario la figura de un profesional que seleccione, evalúe y analice las implicaciones de la realidad circundante en la vida de los ciudadanos, y comunicarla. Creo que esto sólo puede hacerse mediante la profesionalización porque considero que es necesaria una labor de vida, una dedicación completa y que para enfrentarse a la realidad y sobre todo para interpretarla es necesaria una preparación o instrucción previa (como ocurre con el resto de profesiones). Este punto sigue suscitando discrepancias incluso dentro del propio sector, pero aún así, yo defiendo este postulado. En tercer lugar, porque opino que es imprescindible el conocimiento de lo ocurre en nuestro país y en el mundo para poder participar en la vida pública y sobre todo para poder participar en ella de forma democrática. Si creemos que los ciudadanos tienen el derecho de gobernarse a sí mismos y hacerlo eligiendo a sus representantes, para que ellos puedan ejercer con libertad este derecho deben de tener a su disposición toda la información relevante de la vida pública y política. Y con esto vuelvo a mi primer postulado: es la información la que nos hace libres, porque sólo es libre quien tiene la posibilidad de elegir.

Os cuento esta historia de desamor entre mi país y mi profesión porque es la historia de mi vida y de mi tiempo, y es la que nos ha tocado vivir a los españoles que queremos dedicarnos a servir a la sociedad dándole información. Esa soy yo: una periodista desahuciada pero tozuda, que no cesa en su empeño de comunicar con sinceridad la realidad del mundo cambiante que le tocó vivir y que siempre trata y seguirá tratando de adivinar.   

Los hijos (y padres,abuelos, etc.) de las historias


 
El sábado 19 de mayo de 2012 en Sevilla a las 13:07 horas en la Plaza Nueva, Eduardo Galeano me daba dos besos y me firmaba su último libro, Los hijos de los días. La tarde-noche del día anterior, Don Eduardo había contado algunas de sus historias y nos había cautivado a todos, y ahora todos, coleccionistas de firmas, queríamos que esas historias y esa pluma fuesen también nuestras. Fetiche, capricho, expresión del más puro materialismo e individualismo: como si las historias pudiesen ser eternas, como si las letras pudieran tener dueños. Aunque algunas nubes cubrían el cielo, hacía un tiempo caluroso pero agradable, y Sevilla olía a ese aroma especial que desprende orgullosa en primavera. La Plaza Nueva, custodiada por el Ayuntamiento y acechada por el nuevo tranvía, había sido ocupada por el “Mundo de las Letras”: casetas y casetas con libros y más libros y algunos autores firmando ejemplares, o esperando firmar alguno. Como cada año, la Feria del Libro supone un punto de encuentro entre los devoradores de historias y sus escritores, entre los editores y los vendedores, entre los transeúntes despistados y los curiosos más valientes. Un ambiente sin duda especial que configura un evento nostálgico y romántico. Hoy en día cualquiera con conexión a internet y un dispositivo electrónico puede obtener casi cualquier libro catalogado. Pero no se trata ya de encontrar ejemplares estelares, ni esa novela que viene de Las Américas o esa otra que acaba de salir de la imprenta. La Feria del Libro es, sobre todo y ante todo, un acto simbólico: los libros (pobres abandonados) ocupan la calle, los escritores (pobres desarraigados) se tornan protagonistas, los lectores (pobres utópicos) festejan su semana. Y así se crea el ilusionismo de que las letras son por y para el pueblo. Es en ese festín literario en el que dos personas inconexas se encuentran y se besan. Para una de ellas no será más que un fugaz minuto de su vida, para la otra, un instante que guardar en su baúl de los recuerdos. De cualquier forma, ambos sabemos que la historia, esa pequeña historia dentro de otras tantas historias, la capturan los días y la custodia el tiempo. Pero hace mucho que los hombres osados encontramos la llave que habría una de las puertas (sólo una) de la atemporalidad y, como podéis imaginar, es una llave que vive entre los libros y que está formada por palabras.