Soplan vientos de cambio.
Tanto la sociedad como la comunidad científica se han puesto de
acuerdo para presagiar que se avecinan tiempos convulsos. Recuerdo
que hace unos 10 años en España, cuando se hablaba del cambio
climático se solía instar a la actuación para frenarlo. Teníamos
que evitar que el clima de la tierra cambiase, y desde ese discurso
trabajábamos en las organizaciones ecologistas. Sin embargo, años
después nos fuimos dando cuenta de que nuestro discurso se estaba quedando
caduco. En el año 2007, cuando la Junta de Andalucía elaboró su
Plan de Acción por el Clima, hablaba de un necesario proceso de
mitigación. Más adelante, en el año 2010, se establecería un plan complementario de Adaptación. Supieron cambiar de
discurso ante las nuevas evidencias científicas: el cambio climático
es imparable, y desde esa óptica sería mas lógico trabajar en la
que es la clave de la supervivencia de la vida en la Tierra: la
adaptación.
El pasado mes de junio,
la revista Nature, una de las revistas científicas más prestigiosas
del mundo, publicó un artículo con los resultados de un estudio
realizado por 22 científicos internacionales de diversas disciplinas
que evidencian la eminencia de un gran cambio en nuestra biosfera
provocado por el hombre. El artículo, titulado Approaching a stateshift in the earth's biosphere, anuncia que hemos traspasado un punto
de no retorno, por lo que la Tierra forzosamente se verá inmersa en
un gran cambio climático, el mayor desde que la especie humana habita en ella. La fecha
exacta del cambio se desconoce, aunque se estima para la segunda
mitad de este siglo, fecha en la que algunos científicos también
auguran la disminución de las reservas de petróleo.
Por otro lado, la crisis
económica occidental ha provocado que un importante sector de la
sociedad salga a las calles a exigir un cambio en el sistema. Pese al
nombramiento de nuevos equipos de gobierno, en países como España,
Grecia o Irlanda se siguen reclamando con más fuerza cambios que sean
verdaderamente significativos y contundentes. Estas demandas
ciudadanas, ayudadas por las nuevas tecnologías y redes sociales,
han desembocado en una nueva oleada de movimientos
sociales y comunidades alternativas que postulan distintas formas de
desarrollo social desde postulados fundamentalmente éticos. Todas
estas redes no hacen sino tejer y conformar el reclamado cambio.
El año pasado, escuché
al periodista Ignacio Ramonet, director de la edición en español de
Le Monde Diplomatique (una de las pocas publicaciones serias
de política internacional en español disponible en nuestro país), afirmar que la crisis económica europea abarcaría unos 10
años. 10 años que con gran probabilidad desembocarán en un
importante cambio político, económico y social. Es nuestra
responsabilidad y nuestro deber trabajar para que el nuevo modelo vaya
en una dirección consecuente y razonable con el panorama al que se enfrenta: una tierra sobre-explotada y con un clima menos benévolo
para nuestra especie. Ya lo dijo Darwin: adaptarnos o morir, no nos
queda otra.